Viaje Día 3
Hoy tuve que despertar a los chicos. Estaban muy cansados por
el día que tuvimos ayer y, aparte de eso, nos habíamos dormido muy tarde, pues
nos pusimos a jugar a los naipes. Es por esto que no querían despertar, siendo
ya las 11:00 am. Me costó muchísimo que se levantaran, pero los convencí
diciéndoles que llamaría a Servicio al Cuarto para que nos trajeran un rico
desayuno.
Nos prepararon unos ricos panes con
jamón y queso caliente acompañados con jugo de naranja, té, leche o café. Mientras
desayunábamos esta delicia, me causaba risa mirar a los chiquillos, ya que aún
tenían cara de sueño. Para animarlos un poco, les propuse que fuéramos a comer
a algún restaurante, que camináramos por la tarde y conociéramos la Plaza de
Armas de Vallenar. Kevin y Tomás no les gustó mucho la idea porque implicaba
“caminar”. El Héctor, en cambio, quería conocer la Plaza de Armas desde que
llegamos, asique me apoyó inmediatamente y alentó a los chicos para que nos
acompañaran. Terminaron aceptando a regañadientes, pero les subí el ánimo
prometiéndoles que iríamos a comer pizza, pues los 4 amábamos esta exquisita
comida.
A las 1:00 pm ya estábamos listos para salir, menos yo, que
me estaba haciendo trencitas en el pelo para evitar el calor. Cuando terminé
salimos directo a almorzar a un local (cercano al hotel) que se especializa en
pizzas (en este momento no me acuerdo como se llama).
Pedimos 2 pizzas grandes, casi familiares, porque somos muy
buenos para comer, sobretodo Kevin y yo. Terminamos de almorzar y nos quedamos
un rato haciendo sobremesa y conversando de cualquier cosa.
Partimos a las 2:45 pm
en dirección a la Plaza, ubicada a 3 cuadras de nuestro hotel.
Era una plaza común y corriente, no era muy diferente a otras
que conocíamos. Tenía grandes palmeras y bancas de madera que la rodeaban.
Había un gran círculo al centro que, supongo yo, era para realizar eventos de
carácter público, ya que por el borde se hallaban galerías para que la gente se
sentara a disfrutar el show. Por el costado de la plaza se había puesto una
feria artesanal (me encantan las ferias artesanales), por lo que convencí a los
chicos para que fuéramos a mirar un rato. Había, también, juegos inflables y
camas elásticas para los niños y un mini skate-park para los amantes de las
patinetas.
"Existen interesantes pedestales y pavimentos en el mármol rojo característico de la zona. La edificación se levantó posterior al terremoto que afectó el lugar en 1922."
Lo que más
llamaba la atención en el parque era la enorme iglesia de San Ambrosio, cuya
punta se armaba de fierros entrecruzados, y, sobre ellos, se encontraba la cruz
de Jesús.
Luego de darnos hartas vueltas por la Plaza de Armas,
seguimos caminando y recorriendo para ver qué encontrábamos. Habíamos caminado
6 ó7 cuadras cuando el Kevin vio a lo lejos, al final de la calle, un
ferrocarril detenido. Inmediatamente nos entró la curiosidad y fuimos a
investigar de qué se trataba…
Cuando llegamos nos encontramos con una estación de
ferrocarriles que, para nuestra sorpresa, estaba abandonada. Se notaba que
había sido una estación muy hermosa y
antigua; la fachada de la boletería tenía un aspecto colonial y todo el
edificio poseía murallas de un color blanco, deteriorado con el tiempo,
agrietadas. También se notaba el paso de los años en los trenes. Se hallaban 2
locomotoras y 7 vagones que se distribuían sobre las 3 líneas férreas que
estaban allí. Los ferrocarriles tenían pintura resquebrajada de color verde y
sus ruedas de acero y otros metales estaban oxidados, al igual que las líneas
del tren. En el lugar no había nadie, salvo unos caballos que se divisaban a lo
lejos. Yo quería ir a verlos más de cerca, pero el Tomás se opuso ya que les
tenía miedo.
Aprovechando que no había nadie, nos subimos a las
locomotoras y a los vagones y exploramos un rato. Yo, junto con mi fiel cámara
fotográfica, fui sacando decenas de fotos (como en los días anteriores) y
capturando fotos artísticas, sacándole partido a la hermosura del lugar. Nos
quedamos un buen rato ahí, comiendo unos sándwiches que yo había preparado por
si nos daba hambre, y después de que recorrimos todos los ferrocarriles,
emprendimos el viaje de vuelta al hotel.
Tomamos otra ruta de regreso, una más corta según el Héctor,
la cual nos hizo caminar 2 cuadras de más. Mientras caminábamos, anochecía.
Miré la hora; 8:00 pm. De vuelta pasamos por la Plaza de Armas y nos maravilló
que la cúspide hecha de fierro de la iglesia San Ambrosio estaba iluminada por
luces de color azul, la cual la hacía ver bellísima.
Llegamos muertos de agotamiento al hotel, recriminándole al
Héctor las 2 cuadras de más que nos hizo recorrer. Nos fuimos a acostar
temprano con nuestras piernas adoloridas de tanto caminar, y, a la mitad de un
programa de televisión que estábamos viendo, nos quedamos profundamente
dormidos alrededor de las 10:00 pm.
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